12/12/20

El origen del mundo (una oda a tu coño)

 


Tu coño es una orquídea de carne
que brota entre musgo y helechos.
Tu coño es refugio y consuelo,
tu coño es acogedor y hogareño.
Tu coño, como todos los coños,
es el portal que cruzamos
entre el no ser y el serlo.
Tu coño es la espiral que gira
en el centro del universo.
Y una obra de arte: tu coño es bello.

Tu coño merece caricias y besos,
tu coño merece veneración y respeto.
A tu coño deberían esculpirlo, pintarlo,
hacer moldes y copias para venderlos.
A tu coño deberían cantarle canciones,
escribirle poemas, dedicarle versos.
A tu coño deberían erigirle monumentos,
deberían hacerle ofrendas florales,  
decorarlo con guirnaldas y camafeos,
y sacarlo en procesión por los pueblos.
 
Porque tu coño es metafísico, divino, eterno.
Tu coño sangra para redimirnos,
mas resurge al tercer día como nuevo,
purificado, renovado y terso,
refrescado por su propio rocío,
semejante a un antiguo dios caldeo.
La efigie de tu coño debería adornar palacios,
debería exhibirse en catedrales y en templos,
donde poder iluminarlo con cirios
y perfumarlo de incienso.
 
Tu coño es un cotidiano milagro
que se abre en el centro mismo de tu cuerpo.
Cuando se hizo la luz, en el principio de los tiempos,
fue porque surgió de un coño abierto.