Dios no existe, el diablo no existe.
En el cielo y en el infierno no hay más
que sendos tronos vacíos.
Yo era ambicioso,
aún lo soy;
Iba a conquistar,
gobernar, dominar sin mesura.
Sería más que Julio
César, más que Alejandro Magno.
Ni siquiera la
muerte podría detenerme:
yo vencería a la
muerte. Ya encontraría el modo,
pensaba. Y lo
encontré.
Dios no existe, el
diablo no existe.
En el cielo sólo hay un trono vacío,
y en el del infierno
me siento yo.
Pero ahora he descubierto que
la inmortalidad es una condena.
Porque la vida es cambio, renovación,
y es la muerte lo que hace girar su rueda.
sólo lo que no está vivo no puede morir.
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