4/11/15

Niño muerto, cenizas al viento

Es mejor que te abroches bien los zapatos,
pero igualmente se te llenarán de arena
una vez hayas bajado
por las lacerantes rocas de espuma gris como la ceniza que hace sangrar,
una vez estés de pie
donde rebaños de ovejas ronronean como grandes gatos cansados de lamer la yerta soledad dorada
y las esponjosas melenas verdes
con sus lenguas cansadas y azules
cubiertas de saliva blanca.
Más tarde, cuando el viento dibuje  en tu piel con su lápiz frío
y el ocaso acaso se desparrame como la yema herida de un huevo roto,
ella bajará a la playa deslizándose etérea sobre
una concha de Venus tornasolada de aceite o de semen
meciendo un cráneo de cobre bruñido.
Y el cerebro  será una pálida tos,
y el niño tratará de volar hacia los chillidos blancos,
pero el polvo muere y muerde y desciende con desgana inevitable
dibujando el fantasma de un castillo gris
 en el aire de la habitación cerrada del niño muerto en la playa,
siempre la playa.


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